Desapareció nuestra infancia, un imaginario social a partir del refrán"todo tiempo pasado fue mejor"
- GAEID
- 1 may 2018
- 13 Min. de lectura
Actualizado: 14 may 2018
El texto se realiza a partir de relatos en vivo construidos con mediante trabajo de campo con abuelos, adultos, jóvenes y niños a quienes se les pregunta por su infancia y si e l tiempo pasado fue mejor. Continua leyendo y descubre que paso con estas historias que se relataron en Medellín, justo en el parque biblioteca de belén.

Podríamos decir que la realidad es una construcción individual que se produce a partir de los saberes, creencias, normas y valores que se logran en la relación del sujeto con el entorno natural, físico, social en el transcurrir de la vida y dan forma a sus experiencias. Pero, ¿será que nuestra realidad necesita de una validación social? Las construcciones con las cuales los sujetos elaboran su realidad son denominadas producciones colectivas, que dan sentido a la realidad vivida por el sujeto. No es igual hablar de un lugar, persona o situación de forma aislada que cuando alguien ha pasado por una situación similar, ha escuchado de la misma o la ha experimentado. Aquí se encuentra la validez del constructo y lo denominamos representaciones sociales.
Que sería del mundo sin la particularidad de la pregunta, de aquello que podemos sentir, actuar o pensar y que al ser compartido con los demás conforman aquel sentido común, que no es más que la validación de una teoría o saber que se ha sostenido en el tiempo y que instituciones o sociedades lo transforman en algo natural, por más que sea lo contrario e incurrimos en un prejuicio y quizás un moralismo sobre el bien y el mal, que impide tener una mirada más amplia sobre alguna particularidad donde no se logra aceptar modificaciones de acuerdo a los cambios históricos que vive el sujeto o la comunidad, de ahí la expresión que dice “todo tiempo pasado fue mejor”.
En este sentido, la infancia como construcción social nos invita a conocer si las experiencias de los tiempos pasados, los juegos, juguetes, espacios de interacción son mejores que en la actualidad. Pues es común escuchar que los adultos extrañan sus épocas y quisieran que las actuales generaciones tuviesen una infancia similar, pero solo es una visión adultocéntrica, sin saber si los niños y jóvenes de ahora consideran que sería mejor así, además esto sería un anacronismo en sí mismo, pues cada época es diferente y la aceleración de la tecnología es razón más que suficiente para tener que cambiar y adaptarse a las nuevas formas, podría considerarse como aceptables las costumbres en cuanto a juegos, gastronomía o historia (Mitos y Leyendas) en tanto propendan por el conocimiento de sus raíces.
Ahora bien, será que el refrán “todo tiempo pasado fue mejor” es válido para hablar de la infancia o solo será un imaginario social para referirse a la época demarcada por las experiencias transcurridas en un periodo de tiempo determinado por un contexto, la normas y la políticas, el estado y sus instituciones. Empecemos por comprender que en la actualidad no se habla de la infancia, si no de las infancias, expresando que las experiencias son individuales a instancias de las propias vivencias del sujeto y su relación social. Si le preguntamos a los abuelos, a los adultos, a los jóvenes y a los niños ¿Cómo fue su infancia? y si considera que ¿todo tiempo pasado fue mejor?, será que los adultos tendrán razón, o solo seguirá siendo un imaginario que da por perdida la infancia actual.
Este constructo surge a partir de la lectura del texto de Runge Peña, A. (2008) Heterotopías para la infancia: reflexiones a propósito de su “desaparición” y del “final de su educación” en el cual refiere que “la constitución de la niñez como sujeto sólo puede analizarse en la tensión estrecha que se produce entre la intervención adulta y la experiencia del niño, entre lo que se ha denominado la construcción social de la infancia y la historia irrepetible de cada niño, entre la imagen que se da de sí mismo y que una sociedad construye para la generación infantil en una época y las trayectorias individuales”.
Es por esto que partimos de un imaginario social como elemento clave para interpretar una experiencia cotidiana. Para D. Jodelet, una representación social es: "(…) una forma de conocimiento socialmente elaborado y compartido que posee un alcance práctico y concurre a la construcción de una realidad común a un conjunto social. Indistintamente designado como un "saber de sentido común" o "saber ingenuo (naïf)" o "natural" esta forma de conocimiento ha de distinguirse del científico. Se acepta que las representaciones sociales, en tanto que sistemas de interpretación que rigen nuestra relación al mundo y a las demás personas, orientan y organizan las conductas y la comunicación social. Asimismo intervienen en procesos tan diversos como la difusión y asimilación de conocimientos, el desarrollo individual y colectivo, la definición de la identidad personal, la expresión de grupo y las transformaciones sociales"
La constitución de la infancia es una representación social, por consiguiente subjetiva, que depende de lo que entiende la sociedad por infancia. Considerada como un periodo de tiempo en el cual se clasifica al niño, a partir de una comprensión que está determinada por la época, la cultura, las relaciones sociales, los logros, alcances y expectativas que se fijan sobre el niño y de aquello que se espera de él. En este sentido, hablaremos de la infancia a partir del diálogo sostenido con cuatro personas y del cual se espera identificar si el tiempo pasado fue mejor o no.
La primera experiencia es relatada por la señora Blanca Medina, oriunda del municipio de Angostura Antioquia, quien es abuela y tiene 78 años de edad. Al preguntarle por su infancia nos responde que: “De mi niñez le cuento que nosotros nacimos en un lugar pobre, de un papá y una mamá muy buenos y muy responsables. Nunca nos faltó la comida, pero no teníamos juguetes. Los juguetes de nosotros eran unos palitos y formábamos una casita y ahí, dentro de esa casita hacíamos lo que llamábamos ¨una bodita”. Una bodita era lo que llamábamos una ollita con comidita y nos repartíamos la comida. Era una niñez feliz, una niñez libre, sin muchas cosas modernas, y sin muchas cosas buenas que existen en este momento, con decirle que en mi niñez no habían gaseosas, ¡yo estoy hablando del siglo pasado! lo viví en Angostura Antioquia, un pueblo muy querido, muy bonito donde la gentes es muy solidaria y muy amable. Nosotros jugábamos una cosa que se llama pisingaña. Pisingaña es un juego que se ponen las manos así (en prona), uno saca la mano y cuenta sobre las otras y donde termina la pisingaña, saca la mano, al fin el que no tiene las manos sobre las mesas ese es el que gana. Jugabamos “Loca”, nos perseguíamos, nos perseguíamos como eso que llaman hoy como una “chucha” o jugábamos candelita también, que es como una rueda que decía que por aquí hay candelita, por aquí hay candelita, era muy bueno, en una ronda, entonces el que perdió queda en la mitad buscando la candelita si uno descuida aquí, el otro va pasando los puestos para despistar al que está buscando la candelita y si el de la candelita no es astuto para quitarle el puesto al otro queda ahí clavado, era muy bueno.
Ahora bien, al preguntarle ¿considera usted que el tiempo pasado fue mejor que este? Ella responde de forma inmediata que “SÍ”. ¿Por qué? “era más sano y no le daba miedo salir a la calle porque ahora a uno le da miedo de la gente. Era mejor por el hecho de que teníamos más capacidad para estar solos, para ir a una parte y otra. A nosotros nos mandaban a una tienda a comprar alguna cosa y los padres quedaban tranquilos porque volvíamos a la casa, buenos y sanos. En este momento a un niño lo mandan hacer un mandado y la mama es en la puerta de la calle porque no sabe si va a volver o no, porque la inseguridad que hay en este momento es muy grande”.
Luego se le pregunto a Oscar Gómez, (41 años de edad) quien compartía con una de sus amigas llamada Johana Ospina (35 años de edad). Para ambos su infancia transcurrió en la ciudad de Medellín, en el barrio La América y Belén. Oscar expresa que “La infancia fue muy tranquila, fue de jugar juegos interactuando con mis amigos en la calle. La calle hacia parte del espacio lúdico pues. Nunca fui de jugar en la casa, inclusive los juegos de mesa nunca me han gustado y los video juegos tampoco, así que siempre fue muy de jugar en la calle pues con los amigos y muy de interactuar. Era un juego muy físico. Con respecto a si el tiempo pasado fue mejor, nunca me ha parecido, a lo que Johana pregunta, ¿Por qué?
Oscar: Porque cuando yo estaba pequeño, siempre anhelaba la independencia que daba la adultez
Johana: ¡de ser grande!
Oscar: si, ese ser grande siempre me hizo, me parecía ser muy bacano y al final me pareció que si era bacano.
Johana: Pero, Oscar, de pronto ese refrán se refiere a que todo tiempo pasado fue mejor a que, era de pronto más sano, menos contaminado?
Oscar: Noooo, yo no siento que mi vida sea…. Yo no tuve una infancia mala, pero no siento que el tiempo pasado haya sido mejor que este por ejemplo
Johana: pero entonces cuando ves las cosas retro, porque te parece tan “cuquita”
Oscar: me parece cuquita?
Johana: sii, bonito, chévere, te llama la atención. O cuando tienes esa muñeca de plástico que te parece muy bonita
Oscar: hay cosas que te generan una cierta nostalgia pero eso no significa que ese momento haya sido mejor que el que tienes ahora
Johana: Aahhhh Ok
Oscar: es como tú, tú, el lugar donde tu creciste, pudo haber sido muy duro, pero regresar a él después de 20 o 30 años siempre te va a generar un tipo de nostalgia, así tus recuerdo hayan sido muy difíciles de ese momento.
Johana: yo lo veo a que todo tiempo pasado fue mejor, referente por ejemplo en los juegos, yo me crie en la cuadra jugando yeimi, goloza, cauchito, pues como todo esos juegos que ve que las “pelaitas” no hacen.
Oscar: Eso le decía yo a él (Luis Carlos), era un juego muy de calle, yo también jugué muy así porque era lo que había. A hoy, en la época en que había videojuegos tampoco jugué mucho. Lo que siempre extrañe del adulto era la capacidad de independencia que tenía. Eso me parecía muy bacano.
Johana: Pues yo no sé, será porque a mi toda la vida me toco ser como grande, porque yo me acorde que cuando entre a primero, pongámosle a segundo no exageremos, me dieron llaves de la casa. ¿A usted cuando le dieron llaves de la casa?
Oscar: yo no me acuerdo, ¡ya grande!. Y ¿te gustaba más esa época que esta?
Johana: No creo jajajajaj
Oscar: Vío. Es que la memoria es selectiva y la gente tiende a recordar las cosas buenas entonces eso le hace pensar que el tiempo de antes es mejor que ahora, porque simplemente se acuerda de las cosas buenas, pero yo me pongo a ver y es muy bacana el ahora.
El lugar donde se realiza la entrevista es el parque biblioteca de belén, al frente de la plazoleta, que para ese momento daban inicio a la clase de rumba aeróbica para adultos. A partir de ese suceso, los entrevistados complementaban su respuesta de la siguiente forma:
Johana: A mí me parece muy bacano el ahora, por ejemplo por que antes no habían este tipo de cosas (clase de rumba).
Oscar: a pesar de que la ciudad era mucho menos contaminada y más sana la calle era mucho menos publica y había mucho prejuicio sobre la misma vida,
Johana: sobre lo bueno y lo malo, sobre la concepción de la religión, como un tapado pa todo, no? Ahora si te provoca salir de cualquier forma lo puede hacer antes no!! ya lo puedes hacer.
Oscar: el tiempo pasado no necesariamente es mejor.
Con esta conclusión, Oscar cierra el ciclo de los adultos para darle el paso al de los jóvenes. Esta vez, los entrevistados son Santiago (19 años) y Oscar David (16 años). A quienes se les formularon las mismas preguntas.
Oscar David: En mi infancia todas las noches jugaba con mis amigos en una cuadra (calle)
Santiago: Mi infancia, era terminar tareas, salir con mis amigos a jugar juegos de balón y a jugar con una botella y escondidijo
En cuanto a la pregunta ¿si el tiempo pasado fue mejor? Ellos responden:
Santiago: es muy relativo, porque, ósea uno puede decir que uno paso más tiempo al aire libre. Que uno se podía decir que, como que no estaba tan unido a tantas modas y demás, uno podía decir que si, pero no. Siempre es muy relativo porque tampoco sabe que tan malo es esta generación o como va continuar avanzando hasta más adelante.
Oscar David: para mí son iguales por que tienen las mismas costumbres prácticamente, solo que uno está en la pantalla y el otro está al aire libre. Pero, son las costumbres.
Por último, se aborda a Mariangel (9 años edad), quien se encontraba por la biblioteca con su papá, mamá y hermana mayor. A ella no se le realiza la pregunta de forma textual, si no que se aborda a partir de la rutina diaria, respondiendo que:
Mariangel: Yo voy al colegio, luego a clases, a la casa, hago tareas y me acuesto.
De igual forma se pregunta por los juegos que realiza en el colegio, parques, en los lugares o espacios que frecuenta, a lo cual describe que:
Mariangel: Me gusta chucha escondidijo, chucha cadeneta, ir a los parques y las clases de música, gimansia y scout a las voy después de clases.
En esta entrevista, era inevitable que los padres realizaran su aporte, ya que ellos conocieron las preguntas reales, y expresaron lo siguiente:
Mama: Como no hay seguridad en la calle su componente social ella lo vive en los cursos que toma después del colegio, ya que ahí comparte en un ambiente más sano. La calle no es un ambiente seguro para jugar, solo si los papas nos ponemos de acuerdo para cerrar la calle y estar pendientes de ellos.
De igual forma, a Mariangel, se le pregunta ¿tú crees que es mejor lo que viviste antes o lo que estás viviendo ahora? A lo que ella asevera de forma inmediata que ¡SI¡, para que me consientan más y no estar en el colegio.
A partir de lo anterior, se inicia una consolidación de información para dar cuenta de las relaciones existentes entre los discursos y la infancia, así como, la relación con el refrán anteriormente mencionado.
Tabla 1. Relación infancia sujetos (edad)

Se logra evidenciar que la señora Blanca es la única que en su discurso no reconoce el término infancia y lo sustituye por el de niñez. Aquí la subjetivación cobra mayor sentido, ya que habla del tiempo en el cual transcurre su niñez a partir de las experiencias. Particularmente entre los discursos se evidencia que el lugar de la infancia es la calle, los juegos nocturnos y callejeros, pero que se han transformado a partir de la percepción de seguridad que se asume en la actualidad, convirtiendo los espacios de interacción en lugares cerrados, vigilados y con el acompañamiento de los adultos. La interacción social libre, en la calle, ya no se permite, no es como antes, pero también los padres de familia reconocen que es ideal acompañar a los niños en los juegos en estos espacios, siempre y cuando se cierren las calles y estén vigilados por los adultos. Algo contrario a las épocas pasadas, donde no se requiere de la supervisión del adulto. Pero que dentro del imaginario del antes al ahora, se puede recuperar un poco. Además, la escuela asume un papel importante en términos de revivir los juegos de la calle, ya que en este espacio es posible jugar de forma tradicional y segura. Entonces, es posible evidenciar que aunque existen relaciones entre los discursos, las actividades poco a poco se han transformado y asumido desde sus posibilidades.
Tabla 2. Todo tiempo pasado fue mejor

En cuanto a la relación “todo tiempo pasado fue mejor” es curioso encontrar que las personas mayores y las más jóvenes respondieran de inmediato que SI. La primera posee como factor principal la seguridad de la época respecto a la actual, con el fin de poder jugar en la calle, mientras que la segunda considera que es mejor ser pequeña para que la puedan consentir y no asistir a la escuela. La escuela en la historia se ha convertido en el “coco” de los niños, desligándolos de sus padres, pero como diría Runge Peña (2008) y si ya los niños no van a la escuela, es la escuela la que busca a los niños. La infancia como población entra en un régimen biopolítico. Un discurso que busca extender los tiempos de relación directa hacia la adultez. Al lado de la educación familiar, se consolida la educación escolar que reafirma su existencia, precisamente como el lugar encargado de hacer que el niño, en tanto sujeto formable y educable, deje de ser niño y se convierta en adulto. (Runge Peña p,36). Así como no querer llegar a ser adulto, independiente de los juegos, de los espacios de participación e interacción, ella se acostumbra como diría Oscar David, a las clases “seguras” que refieren sus papas. Pero es importante reconocer que no necesariamente todo tiempo pasado fue mejor, como lo expresó Oscar, para quien, desligarse de la infancia es lograr la independencia del adulto. Así mismo, es curioso saber que Johana encuentra en la independencia la relación con las “llaves” de la casa, pero también ve en lo retro (antes) una nostalgia que evoca su infancia, desde los juegos, juguetes, amigos y espacios. Por último, Santiago y Oscar David, plantean algo particular y es que, aunque cada periodo posee una moda (en la actualidad la tecnología) los sujetos se acostumbran a esta situación, conviviendo, aprendiendo y adaptándose quizás a los nuevos juegos que sustituyeron la calle y los llevan a estar al frente de una pantalla, pero que esto no lo hace ni buenos ni malos, solo diferentes.
Es notorio que el ejercicio deja ver la individualidad, los tiempos, las experiencias de vida de cada uno para traer a colación la infancia y la visión de la misma hacia el pasado, el presente y quizás el futuro. Pero su construcción está ligada en la relación familiar, escolar, social, cultural y política que surgen en el momento histórico que cada uno vive a partir de sus posibilidades. Las diferencias conforman nuestra identidad y la adaptación nuestra forma de vivir. No hay infancia perdida, existen diferentes infancias, solo debemos esperar cómo evoluciona nuestra sociedad y cómo podríamos relacionarnos con ella, con lo mucho o poco que tenemos. Es cuestión de recordar, vivir, y comprender las experiencias de cada uno para darle sentido a nuestras vivencias. Dicho con otras palabras, los criterios de demarcación entre infancia y adultez se resquebrajan —lo infantil se desdibuja— y la infancia, por su parte, coloniza y se expande —se resignifica— en los ámbitos de lo social y lo cultural. (…) Las heterotopías son, pues, lugares reales, pero que, a su vez, tienen una carga mítica y simbólica, y fungen como respuesta a los lugares acostumbrados de que se dispone. Runge Peña, A. (2008)
BIBLIOGRAFÍA
Calarco, José. (2007). La representación social de la Infancia y el niño como construcción. En Argentina. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Dirección Nacional de Gestión Curricular y Formación Docente. Área de Desarrollo Profesional Docente; Cine y Formación Docente 2006: Chilecito, La RiojaFormosaNeuquénRío Cuarto, Córdoba, AR4 y 16 de agosto y 14 de septiembre de 2006. Recuperado de: http://www.bnm.me.gov.ar/giga1/documentos/EL001729.pdf
Runge Peña, A. K. (2008). Heterotopías para la infancia: reflexiones a propósito de su “desaparición” y del “final de su educación”.
1 Texto realizado para el seminario perspectivas del desarrollo infantil I. Maestría en desarrollo infantil. Quinta Cohorte. Universidad de Manizales.
Luis Carlos Sarmiento Jaramillo
** Licenciado en educación básica con énfasis en educación física recreación y deporte del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, Especialista en gerencia deportiva de la Universidad Autónoma Latinoamericana. Maestrante en Desarrollo Infantil de la Universidad de Manizales. 2017.
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